Aileen Wuornos

El 29 de febrero de 1956 nacía en Michigan Aileen Wuornos, una de las asesinas en serie más perseguidas y mediáticas de América. El asesinato con arma de fuego de 7 hombres y la frialdad con que les disparaba le valió el apelativo de ¨El monstruo¨.

Una infancia de película de terror

Aileen creció prácticamente huérfana. Su padre había sido condenado y encarcelado por pederastia y al poco tiempo se suicidó en prisión. 

Su jovencísima madre la abandonó cuando tenía 4 años junto con su hermano dejándolos a cargo de unos abuelos que, lejos de ofrecerles un buen hogar, les condenarían a un mayor infierno. Estar bajo el mismo techo que dos alcohólicos hizo que la relación con su hermano fuera cada vez más estrecha. Sólo se tenían el uno al otro.

Su cuerpo como moneda de cambio

Cuando era pequeña su abuelo abusaba de ella y la agredía con frecuencia. Poco a poco, su falta de autoestima y la necesidad de afecto le harían caer en los brazos de cualquiera que se pusiera por delante. El sexo comenzó a formar parte de su vida y, desde los 11, años utilizaría su cuerpo como moneda de cambio con el que obtener cigarrillos, dinero y cariño. Era de esperar que se quedara embarazada casi a la misma edad que su madre. Con 15 años dio a luz a un hijo que tuvo que dar en adopción.

Tras el parto, sus abuelos la echaron de casa. Aileen Wuornos se convirtió entonces en una prostituta errante, solitaria y conflictiva que buscaba la vida en la carretera. Su temperamento irascible y subversivo comenzó a pasarle factura en más de una ocasión. Cometía todo tipo de delitos: alteración del orden público, agresión, uso de armas, conducción si carnet… Tampoco acudía cuando era solicitada por la policía o la justicia.

Su perfil psicológico tocaba todos los vértices del trastorno. Además de haber sufrido abusos incestuosos, prostituirse y delinquir constantemente y sin remisión, su cordura se consumía entre grandes cantidades de alcohol y drogas. Su tendencia autodestructiva le llevó incluso a intentar suicidarse en varias ocasiones y a numerosos episodios de esquizofrenia.

Su primer amor y su primera vez

Llegó a probar suerte en el matrimonio, con el propósito de estabilizarse, y se casó con un hombre 56 años mayor que ella pero su carácter polémico e irritable floreció de nuevo. Unas semanas después, su marido conseguiría la nulidad por agresión. 

De nuevo sola en la carretera, la casualidad hizo que conociera a la que sería el único amor de su vida, una mujer que le daría cariño, comprensión y compañía. Sin embargo, el amor que le profesaba iba teñido de incitación a la prostitución para mantener el núcleo familiar que acababan de crear.

Así ocurría que Aileen se lanzaba a la carretera en busca de clientes, protegiéndose con su arma y su fuerte carácter. No tardó en desatarse su perfil psicopático al completo y el 30 de noviembre de 1989 asesinó a uno de sus clientes tras una discusión, robándole el coche y sus objetos personales. Desde aquel momento la vida de Aileen y su pareja se convertiría en un deambular delictivo en ruta.

7 hombres muertos más 1

Durante 12 años Aileen y su pareja viajan de un lugar a otro cometiendo todo tipo de fechorías con las que ganarse la vida. Entre medias, 7 hombres muertos, asesinados a disparos.

Con el tiempo, el caso de “el monstruo” ha sido catalogado como el de una “depredadora sexual”. Su tendencia a la prostitución y el asesinato parecen haber sido un esfuerzo incosciente de liberarse matando a la representación de su padre y abuelo: pederastas violentos que convirtieron su vida en un infierno. Atraía a sus víctimas para experimentar de nuevo el sufrimiento de su infancia y, en esa misma situación, realizaba la fantasía que en su día no pudo. 

Al principio la policía andaba despistada, pero pronto comprobaron que todos los homicidios tenían el mismo autor. La pareja de mujeres ya estaba delante del objetivo policial. En enero de 1991 Aileen Wuornos fue detenida en un bar de New Baltimor (Michigan) y su compañera trasladada a casa de un familiar. Al parecer sería una testigo clave en el juicio contra Aileen. Gracias a prestarse a testificar pudo eludir la cárcel.

Aileen no pudo escapar de la justicia humana, pese a haberse reconvertido al cristianismo más ferviente. En enero de 1992 fue condenada a muerte mediante inyección letal, pena que se cumplió una década después.