Alexander Pichushkin

El 9 de abril de 1974 nacía en Moscú uno de los asesinos más sangrientos de la historia de Rusia. Durante 14 años sus crímenes estuvieron sin resolver generando el pánico entre los ciudadanos.

La infancia, germen de su tendencia psicopática

Alexander Pichushkin vivió una infancia de soledad y conflictos. Su padre lo abandonó en sus primeros años de vida quedando al cuidado de su madre. La carencia de figura paterna le hizo establecer un vínculo afectivo muy especial con su abuelo, con el que pasaba largas horas jugando al ajedrez.
Su falta de sociabilidad, unida a los daños cerebrales que sufrió a raíz de una caída de un columpio cuando solo tenía 4 años, le provocó varios episodios de violencia con los demás niños de su entorno.

El parque, el perro y el ajedrez; fetiches homicidas

A la muerte de su abuelo sobrevino la de su perro, las dos únicas figuras con las que llegó a formar jamás un vínculo emocional. Otros dos aspectos clave de en su personalidad criminal fueron el parque Bitsevski, donde pasaba las tardes con su abuelo y el ajedrez, deporte al que su antecesor enseñó a jugar.

Las pocas experiencias positivas que vivió con su abuelo y can darían forma a su obsesión y modus operandi, mientras que la obsesión por recuperar los pocos momentos de felicidad de su infancia harían del parque el escenario indiscutible de sus crímenes. Su objetivo, también relacionado con su niñez, era completar tantos asesinatos como casillas del tablero de ajedrez. Otra constante de sus crímenes sería la presencia de Andrei Chikatilo, el asesino en serie más famoso y letal de la historia de Rusia e ídolo del joven Pichushkin.

Superando al ídolo sangriento

Su primera víctima sería un compañero de estudios con quien compartía su afición por los asesinatos en serie y a quien terminó asesinando por no querer hacer realidad sus fantasías sangrientas. Tenía 18 años cuando tomó el relevo de su predecesor; su sueño: superar a Andréi Chikatilo en número de víctimas.

Aparte de cometer varios crímenes de ajuste de cuentas como el su ex novia y el hombre que le quitó ese primer amor, o compañeros de trabajo, el resto serían seleccionados sin ningún motivo aparente.

Quizás en una representación de su propia vida, que veía reflejada en la frustración y locura de los crímenes de Chikatilo y, buscando un cierre a su sufrimiento, sus víctimas eran personas indefensas como niños, indigentes o mujeres que, en su propia mente, consideraba tan infelices como él (o susceptibles de serlo). Para él, una persona aparentemente normal como su ídolo, sus crímenes eran un acto de liberación tanto propia como ajena. Tras atraer a sus víctimas con falso encanto o con la excusa buscar consuelo por la muerte de su perro, abría el cráneo de sus víctimas con un martillo, botella o similar. Posteriormente, arrojaba el cuerpo a la alcantarilla más próxima.

A diferencia de otros perfiles psicopáticos, el asesino del ajedrez no realizaba actos sexuales con sus víctimas, pero sí tenía orgasmos mientras los contemplaba agonizantes, e incluso llegó a confesar que le gustaba escuchar el sonido del cráneo de una mujer al partirse.

Detención y fin de la partida

El asesino del martillo, como terminaron apelándolo, fue detenido casi por voluntad propia. Su última víctima había dejado una nota con el nombre y el teléfono del hombre con quien iba a salir, su asesino. Cuando la policía le detuvo en su casa, confesó todos sus crímenes sin ningún problema. Por sus declaraciones, sabía que su último asesinato le ponía en riesgo, pero no pudo resistir la tentación de, martillo en mano, cometer un asesinato más.

Alexander Pichushkin fue detenido en 2006 y juzgado a cadena perpetua acusado de haber asesinado cruelmente a 49, aunque él asegurara que era 61, número que superaba al de su ídolo. La justicia no le dio jaque mate, la pena de muerte en Rusia había sido abolida poco tiempo antes. Sin embargo, sus días transcurrieron desde entonces aislado del mundo y de los ojos de las familias de las víctimas que ansiaban que les llegara el turno de acabar con su vida y dar fin al juego del asesino del ajedrez.