Jeffrey Dahmer

Jeffrey Dahmer nació el 21 de mayo de 1960 en Milwaukee (Wisconsin, Estados Unidos) y mató, descuartizó y reconoció haber realizado diversas prácticas necrofílicas —como masturbarse con restos humanos— y caníbales con 17 hombres antes de cumplir los 31 años.

Una infancia extrañamente normal

Resulta casi sorprendente descubrir que Jeffrey Dahmer no tuvo una infancia traumática. Hijo de padres de clase media que se divorciaron al alcanzar el criminal la mayoría de edad, no sufrió maltratos físicos ni abusos sexuales. Se crió en una casa de campo y, quizá, lo más llamativo de su niñez fuera su pasión por diseccionar animales muertos. Al parecer los metía en ácido para ver los huesos y luego los conservaba en formol. En cualquier caso, no parece razón suficiente para explicar las atrocidades que vendrían después.

Fue en su despertar sexual, al descubrir su inclinación por los hombres, cuando comenzaron los problemas más graves para Dahmer. En aquella época los homosexuales aún eran parias despreciados por la sociedad americana, más aún en un pequeño pueblo de Ohio como en el que pasó sus primeros años y donde no conocía a nadie como él.

Esa inseguridad sumada a su obsesivo miedo al abandono y a sus continuas fantasías en las que ejercía un control total de sus amantes, que siempre aparecían inconscientes, inmóviles o incluso muertos, le aterrorizaba y probablemente le empujaron a su descontrol con la bebida, que provocó su expulsión de la universidad y, luego, del ejército.

Sus inicios

Sus primeros crímenes no fueron planeados. El primero ocurrió con 18 años, poco después de ser detenido por exhibicionismo y diagnosticado una  personalidad “peligrosa”. Ese primer asesinato fue la culminación de una de sus fantasías: llevarse a un autoestopista a casa para controlarlo por completo. Recogió a un joven con el que compartió bebida y marihuana para después matarlo con una barra de hierro cuando mostró intención de irse.

En el segundo homicidio, 8 años más tarde, dio una muestra más definitiva de su trastorno de personalidad. Jeffrey Dahmer se despertó en un motel de carretera con su amante de esa noche muerto a su lado. El asesino declaró no acordarse de nada, probablemente debido a que cayó en un estado disociativo. En adelante, cada vez cedió con más frecuencia a sus impulsos: cometió otros dos crímenes en 1988, uno en 1989, cuatro en 1990 y ocho en 1991, hasta que fue detenido en julio.

La casa de los horrores

El ya ‘carnicero de Milwaukee’ utilizaba siempre el mismo método: invitaba a hombres a ver pornografía en su casa para, una vez allí, drogarlos y estrangularlos. Posteriormente practicaba sexo con sus cuerpos y los desmembraba, fotografiando cada etapa del proceso. Por último, deshacía los cuerpos en ácido, a excepción de la cabeza y los genitales que conservaba a modo de trofeo. En su confesión reconoció haberse masturbado con restos humanos y llegó a comentar las diferentes texturas de las partes de sus víctimas que se había comido.

 

Pero lejos de conformarse con deshacer los cuerpos en ácido a posteriori. Su patológica obsesión por el control le llevó a intentar “fabricar” zombies con sus amantes, su idea era conseguir una pareja dócil que pudiera conservar para siempre. Para conseguirlo, les trepanaba el cráneo mientras aún estaban drogados y les vertía ácido o agua hirviendo en el cerebro, la distancia con sus actos era tal que llegaba a hacerse una suerte de selfies con sus víctimas durante el proceso.

En uno de esos experimentos, la víctima se despertó e intentó escapar mientras Dahmer tomaba una cerveza en el bar de al lado antes de volver a terminar el trabajo. Cuando llegó al apartamento, el asesino se encontró con su amante totalmente aturdido en la acera y rodeado de policías. Haciendo gala de su frialdad y aprovechando que la víctima no hablaba inglés, Dahmer se las apañó para convencer a los agentes de que solo se trataba de su amante, que estaba borracho y que él mismo le ayudaría a entrar.

Con varios errores del mismo calibre por parte de la policía, se entiende que atraparle no fuera tarea fácil. La policía tardó mucho tiempo en encontrar relación entre los diferentes asesinatos. Finalmente, el 22 de julio de 1991, Tracy Edwards, quien habría sido su última víctima, consiguió escapar esposado y detener a una patrulla policial que se encontraba en las inmediaciones. Jeffrey Dahmer trató de huir, pero fue detenido en su carrera.

Cuando los agentes entraron a la vivienda del criminal, encontraron tres cabezas en el congelador, las paredes manchadas de sangre, cuerpos mutilados y huesos esparcidos. Además, había 83 cámaras polaroid donde estaban documentadas las distintas fases del proceso de descuartizado.

Muerte en prisión

El juicio, envuelto en una gran conmoción social, comenzó en enero de 1992 y para que resultara condenado fue determinante su propia confesión de los crímenes, que ocupó 159 páginas y el hecho de que Dahmer en ningún momento hizo hecho nada por tratar de ocultar las evidencias.

Fue condenado a novecientos treinta y seis años de prisión o, lo que es lo mismo, quince cadenas perpetuas consecutivas. Sin embargo, murió asesinado a golpes por otro recluso el 28 de noviembre de 1994, a los 34 años.