Joanna Dennehy

Joanna Dennehy es una de las tres únicas mujeres que cumplen actualmente cadena perpetua en Gran Bretaña. Los criminólogos la consideran una asesina múltiple que disfrutaba matando. De hecho, en ningún momento se desvinculó de su orgía de muerte. No intercaló reposos ni descansos hasta encadenar en 15 días tres asesinatos consecutivos y dos intentos fallidos.

La niña Joanna Dennehy

En nuestro país también se han cometido asesinatos muy impactantes, pero diferentes por completo a los de la viuda negra, Dennehy.

Sin embargo, su infancia fue feliz, acomodada y tranquila. Nació en agosto de 1982 en Saint Albans, una ciudad inglesa perteneciente al condado de Hertfordshire. Su padre era guardia de seguridad y su madre gerente de una tienda. Si bien eran estrictos y protectores, nunca se mostraron autoritarios ni violentos (aunque Joanna manifestó lo contrario en sus declaraciones).

Tiene una hermana, dos años menor, con la que compartía una litera doble y gran complicidad. María, que así se llama, tuvo una brillante carrera militar para convertirse después en una exitosa empresaria.

En la escuela logró buenos resultados académicos. También era aficionada al deporte, De hecho, jugó en los equipos de hockey y voleibol de la escuela. No obstante, todo cambió cuando llegó a la adolescencia.

El principio del apocalipsis

En esta época empezó a relacionarse con hombres más mayores que ella. Faltaba a clase con frecuencia, robaba dinero a sus familiares y comenzaba a abusar del alcohol y las drogas.

A los 16 años, se escapó con su primer novio, John Treanor, con él que tuvo dos hijos. La relación de pareja, por su parte, fue muy tormentosa. Ella desaparecía durante días e incluso semanas y era infiel a su marido con hombres y mujeres. Respecto a su carácter, era cada vez más agresiva e incontrolable. De hecho, sus reacciones violentas se intensificaron tanto que Treanor decidió abandonarla y llevarse a sus hijos para protegerlos.

En esta etapa, comenzó a autolesionarse y se hizo, bajo el ojo derecho, el tatuaje que desde entonces la caracterizó: una estrella.

Los tumbos de una mente perturbada

Joanna, sola y sin vínculos afectivos, se dedicó a vagar, robar, prostituirse y satisfacer sus adicciones. Alternó condenas legales con tratamientos mentales, incluso estuvo ingresada en el hospital de Peterborough. Más tarde, los psiquiatras le diagnosticaron un trastorno psicopático de personalidad antisocial. Además, presentaba parafilias y gusto por el sadomasoquismo.

Sus relaciones sexuales eran siempre extremas: disfrutaba causando y recibiendo dolor. Esto alejaba a algunos de sus amantes, pero también entusiasmaba a otros. Como era tan promiscua y lanzada, no tenía problemas para enlazar compañeros sexuales. Cuando quería, sabía ser encantadora.

A principios de la primavera de 2013, sus ansias de matar estaban desatadas. Mantenía una relación indefinible con Gary Stretch, un hombre de 2 metros y 22 centímetros de altura. Juntos, se deshicieron de los cadáveres y fueron en busca de nuevas víctimas. Según los expertos, desarrollaron una psicosis compartida en la que ella era la mente dominante.

Víctimas y muertes

En solo 15 días, esta psicópata asesinó a tres hombres e intentó matar a otros dos más. Con los fallecidos había mantenido relaciones sexuales, mientras que los supervivientes fueron elegidos al azar (ambos habían salido a pasear a sus perros).

El primero en morir fue Lukasz Slaboszewski, un polaco de 31 años que estaba locamente enamorado de Joanna. Ella lo citó en una propiedad alejada para mantener relaciones sexuales. Una vez allí, lo apuñaló por sorpresa en el corazón. El joven murió en el acto.

La segunda víctima fue John Chapman, su compañero de vivienda de 56 años. En esta ocasión, utilizó una navaja de bolsillo que le clavó en el cuello.

El tercer crimen acabó con la vida de Kevin Lee, el casero de Joanna. A sus 48 años, confió en los favores sexuales que esta le ofrecía. Su final fue igual de trágico.

Con su cómplice Stretch, dejaron los cuerpos en zanjas situadas a las afueras de Peterborough. Entonces, emprendieron la huida, mientras la Policía hacia un llamamiento para capturarlos.

En realidad, no parecían muy asustados, pues viajaban como una pareja normal por carretera (salvo porque robaban a su paso en estaciones de servicio y otros establecimientos). Nunca se preocuparon por las cámaras de seguridad, aunque el aspecto gigante del hombre no pasaba desapercibido.

Los homicidios fallidos

Los fugados decidieron visitar a Mark Lloyd, un exladrón con el que Stretch se había asociado en algún momento. Según su declaración, le obligaron a acompañarlos en busca de nuevas víctimas. Un cuchillo amenazante terminó por convencerlo.

Dennehy deseaba volver a matar, así que pidió a Stretch un hombre al que asesinar. Robin Bereza, de 63 años, estaba paseando a su mascota a las tres de la tarde. La mujer salió del coche, fue a por él, lo apuñaló y regresó tranquilamente a su vehículo.

No resultó suficiente, quería continuar haciéndolo. Otro paseador de perros, John Rogers, de 56 años, se cruzó en su siniestro camino. Joanna se abalanzó sobre él y lo apuñaló un total de treinta veces. Primero, por la espalda; luego, en el pecho y el abdomen.

Ambos sobrevivieron de modo milagroso gracias a la rápida intervención médica.

El desenlace

El cerco se cerraba. Tras solo dos días de fuga, en los que Dennehy no había dudado en fotografiarse con un gran cuchillo de sierra, fueron detenidos. Durante el arresto, la asesina en serie se reía, cantaba, coqueteaba con los policías y pronunciaba mensajes racistas.

El 28 de febrero de 2014 fue declarada culpable y condenada a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Ahora, esta asesina brutal mantiene una relación en prisión con Emma Aitken, otra homicida condenada a un mínimo de 12 años.

El legado mortal de Joanna Dennehy es uno de los más impactantes y sobrecogedores de la historia del crimen. Según los criminólogos, es una excepción en la casuística habitual. Sin duda, un caso que aún estremece a los investigadores.