Joseph Vacher

Joseph Vacher, más conocido como el destripador de Francia, fue un asesino en serie que hizo temblar a todo un país en el siglo XIX. Se dice que mutiló y abusó de unas 30 personas, aunque a su favor en el juicio dijo que todos sus crímenes fueron fruto de la ira.

Con el rostro desfigurado, tras un intento de suicidio, su cabeza siempre iba cubierta con un sombrero de piel de conejo.

Primeros años de Joseph Vacher

La localidad de Bourg-en-Bresse en Beaufort, Francia, vio nacer el 16 de noviembre de 1869 a Joseph Vacher. Era el menor de 15 hermanos pertenecientes a una familia granjera que tenía la tradición de enviar a una estricta escuela católica a sus vástagos. Allí aprendió a temer a Dios y el significado de la palabra obediencia.

Su niñez estuvo vinculada al campo, pero desde muy joven dio muestras de inestabilidad mental. Algo que se reflejaba en las torturas que infligió a los animales y a las jóvenes con las que mantenía relaciones.

Con 19 años lo arrestaron por intento de violación a un niño.

Vía de escape

Escapó de la precariedad de su familia y del hambre que padecían en su hogar alistándose en el ejército. Sin embargo, allí su situación no fue sencilla. Dentro de la milicia, su progreso era muy lento. Esto le llevó a sufrir un ataque depresivo que le condujo a su primer intento de suicidio. Se cortó la garganta, pero no tuvo éxito.

En 1893, cuatro años después, mientras servía en las filas del ejército galo, se enamoró de Louise, una joven sirvienta. Trató de conquistarla en diferentes ocasiones, aun así no tuvo éxito, pues fue rechazado una y otra vez. De hecho, al terminar el servicio militar, Joseph Vacher le propuso matrimonio, pero el resultado siguió siendo el mismo.

En este momento, emergió su personalidad. Disparó 4 veces a Louise, aunque ninguno de los disparos fue mortal y la joven sobrevivió.

Tras este episodio, el destripador de Francia intentó suicidarse de nuevo. En esta ocasión, escogió dispararse dos veces en la cabeza. También sobrevivió. Sin embargo, una de las balas se alojó en el cráneo, cerca de la oreja, y ahí se quedó para siempre. Como consecuencia, se le paralizaron los músculos de la parte derecha del rostro, al igual que el ojo. Tras este acontecimiento, acabó ingresado en la institución mental de Dole, en Jura.

Pese a que podría haber sido un buen final para esta persona, su historia continuó. Así, a los pocos días de su ingreso, escapó. No obstante, el cadáver con el abdomen abierto y múltiples puñaladas de un joven de 17 años hizo que lo capturaran de nuevo. Vacher confesó el crimen y le volvieron a ingresar en el sanatorio.

Vuelta a empezar

En 1984, sus médicos le dieron de alta por considerarlo curado, a pesar de que el tratamiento médico no fue efectivo. Para entonces ya tenía 24 años. Los siguientes cuatro se los pasó viajando desde Normandía a la Provenza y de pueblo en pueblo por el sur de Francia.

Vagaba de un lado a otro tocando un acordeón para recibir limosnas. Asimismo, trabajaba como jornalero, cuando se le presentaba la oportunidad, en granjas clandestinas.

Pero esto no fue lo único a lo que se dedicó. Durante estos años cometió numerosos crímenes. Que se tenga constancia descuartizó a 5 adolescentes y 6 mujeres, por lo general, pastoras aisladas en los campos. ¿Qué les hacía? Tras asesinarlas y violar sus cadáveres, mutilaba sus genitales, los destripaba, extraía sus ojos, se comía sus vísceras y se bebía su sangre.

Su modus operandi habitual era acechar a sus víctimas cuando estaban solas y atacarlas con su cuchillo.

La trayectoria del destripador francés

La historia social de Joseph Vacher es similar a la del británico Jack el Destripador.

Como hemos comentado, desde muy pequeño, manifestó claros indicios de psicopatía al torturar animales y golpear a sus amantes. Ya en el ejército, dio inequívocas señales de rabia homicida al amenazar a sus compañeros cuando entraba en cólera.

A pesar del rastro de muertes que dejó durante toda su vida, pudo ser capturado el 4 de agosto de 1897 en el bosque de Pelleries. Allí atacó a Ardèche, una mujer que estaba recolectando piñas en el campo.

Sus gritos de auxilio alertaron a su marido e hijo. Con ayuda de unos amigos campesinos, lo arrastraron hasta la taberna donde esperó, tocando su acordeón, la llegada de la policía. Las autoridades no disponían de suficientes evidencias sobre la participación de Vacher en sus crímenes y, por eso, lo sentenciaron a 3 meses en prisión.

Alegó locura

Tras su arresto, el destripador de Francia afirmó que estaba loco, algo que intentó demostrar de varias formas. Por ejemplo, decía que un perro rabioso le mordió cuando tenía solo 8 años y que ese hecho le envenenó la sangre. Él achacaba a eso su locura, aunque culpó igualmente al curandero que se ocupó de dicha mordedura.

Por otro lado, afirmó ser enviado por Dios y se comparó con Juana de Arco. Sin embargo, y a pesar de todas sus protestas, con una larga investigación clínica se declaró que estaba perfectamente cuerdo.

El eminente profesor Alexandre Lacassagne y un equipo de médicos realizaron una profunda investigación psiquiátrica. Como consecuencia, se consideró que era apto para ser juzgado. El motivo de esta evaluación fue el detalle con el que Joseph Vacher relató los crímenes cometidos. Además, en su bolso hallaron la navaja plegable con mango de madera con la que apuñalaba a sus víctimas y lazos precortados.

Se cree que este asesino en serie acabó con la vida de 30 personas. Un jurado de la Cour d’Assises de Ain, donde había asesinado a 2, lo declaró culpable y fue sentenciado a muerte el 28 de octubre de 1898. El 31 de diciembre de ese mismo año se negó a caminar hasta el cadalso motu proprio. Por eso sus verdugos lo arrastraron hasta la guillotina, donde fue ejecutado al amanecer.

Las investigaciones realizadas tras la ejecución de Joseph Vacher no sirvieron para hallar el resto de los cuerpos. No obstante, la experiencia sirvió para crear legislación. Así, en 1912 se desarrolló una ley que fichaba a todos los errantes y vagabundos en Francia.