Juana Barraza

El 27 de diciembre de 1958 nacía en Hidalgo (México) la asesina en serie más temible para la tercera edad de Distrito Federal. Juana Barraza, apodada la mataviejitas, acabó con la vida de 17 ancianas, crímenes que tuvieron en vilo a la policía durante toda una década.

Infancia como moneda de cambio

La vida de Juana estuvo marcada por la humillación y el maltrato. Nacida de un padre al que nunca conoció y de una madre prostituta, se crió en un ambiente desestructurado y conflictivo, producto de la relación con una progenitora sin escrúpulos.

Con solo 12 años su madre la ofreció a un grupo de conocidos para ser violada a cambio de 3 cervezas. Poco tiempo después, la vendió a un hombre que la esclavizaría y forzaría sexualmente durante 4 años.

Esta tortuosa infancia fue el germen de un trauma marcado por:
– El odio hacia su madre y, probablemente debido a su psicopatía, hacia el resto de mujeres de avanzada edad.
– Resentimiento y desprecio hacia la sociedad, lo que la convirtieron en una especie de pariah y la llevó a una vida de delitos menores para subsistir.
– Relaciones con hombres alcohólicos que la maltrataban y matrimonios de corta duración.
– Un amor desmedido y dependencia emocional de sus hijos

La violencia y su físico imponente la llevaron al circuito de lucha libre de la capital, donde se hizo un nombre y fue conocida como la “dama del silencio”. Esta profesión le permitió liberarse de su rabia y ganarse la vida y mantener a sus hijos y sus hijos hasta que una lesión de espalda le obligó a retirarse.

Sin recursos y con una familia que mantener, la inactividad, la frustración y la desesperación se sumaron a su trauma de la infancia y a la violenta muerte de su primogénito en una pelea callejera. Juana Barraza volvió a descender en una espiral de delincuencia y violencia.

De dama del silencio a adoradora de la muerte

Así fue que desde el año 1995 comenzó a conseguir dinero a través de numerosos asaltos callejeros y en domicilios a punta de pistola de juguete. Poco tiempo después daría el paso definitivo, con el desvalijamiento de casas y el asesinato de sus propietarias. Todas sus víctimas eran ancianas.

Bajo el amparo de la muerte, de la que era fiel adoradora y fetichista de su iconografía, inicia un recorrido por los hogares de sus indefensas presas. Poseída por una compulsión asesina comienza a asesinar con frialdad y engaños. El modus operandi era siempre el mismo. Se acercaba a sus víctimas ofreciéndoles ayuda para conseguir un dinero proveniente del gobierno o simulaba ser una enfermera dispuesta a calmar los dolores propios de lavejez.

Asistente antisocial

Durante los años 2002 y 2006 golpeó y estranguló a 17 ancianas para asaltar sus hogares. Adoptando falsamente una personalidad altruista y carismática, propia de su perfil psicológico enfermo, conseguía entrar en el domicilio de las ancianas, se ganaba su confianza y, cuando estaban descuidadas, las golpeaba y estrangulaba hasta matarlas. Después saqueaba toda la casa en busca de dinero y objetos que vender en el mercado negro. Esta obsesión por el saqueo, aparte de por motivos económicos, posiblemente tenga que ver con una infancia privada de juguetes y objetos.

Camuflada entre su género

Juana Barraza asesinaba a voluntad, movida por un impulso emocional y material, sin tomar precauciones de no dejar evidencias. Sus hechos estaban justificados; mataba a las ancianas que para ella representaban a la figura de su madre, a quien culpaba de todas sus desgracias y, al mismo tiempo, proveía para su familia.

La asesina gozaba de cierta libertad para seguir con su negocio criminal, ya que la policía se encontraba perdida creyendo que el asesino era un hombre disfrazado de mujer, posiblemente un homosexual. La comunidad gay y de travestidos de D.F. se encontraba en el punto de mira lo que llevó a numerosas detenciones y protestas por abusos de la autoridad. En medio de las convulsiones sociales, la verdadera asesina estaba fuera de toda sospecha por ser mujer, pese a que en varias ocasiones había dejado sus huellas dactilares en la escena del crimen

Detención por sorpresa y sentencia

La última víctima supuso el fin de su carrera criminal. A la salida del asesinato de una de las ancianas se encontró con un inquilino que vivía con la víctima. Al descubrir el homicidio salió en su busca pidiendo ayuda a las patrullas que hacían la ronda por la zona.

En 2006 Juana Barraza fue detenida, encarcelada y sentenciada a 759 años de prisión por el asesinato a 17 ancianas y 12 robos. Durante el juicio no mostró ningún tipo de arrepentimiento. Su frialdad y falta de escrúpulos llamó la atención de psicólogos y psiquiatras que la utilizaron para tratar de encontrar una explicación a su psicopatía. La mataviejitas llegó a confesar que sentía odio por las ancianas, quizás producto de su malograda infancia en el hogar materno.

A los 56 años contrajo matrimonio en la cárcel con otro preso de 76 años. La boda se celebró entre rejas, en su hogar perpetuo.