Wayne Williams

Wayne Williams fue el autor de una serie de crímenes en Atlanta. En concreto, se cree que pudo asesinar a 29 personas entre 1979 y 1981. En su mayoría, fueron niños. Aquí vamos a recordar su historia.

¿Quién fue Wayne Williams?

Wayne Bertram Williams nació el 27 de mayo de 1958 en la ciudad de Atlanta, Georgia, Estados Unidos. Su madre, Faye Williams, era profesora. En cambio, su padre, Homer Faye, se dedicaba a la fotografía.

La pasión que su padre sentía por la fotografía y los medios de comunicación caló pronto en el pequeño Wayne. De hecho, cuando contaba con solo 13 años de edad, creó en el desván de su casa su propia estación radiofónica. La llamó WRAP. Todos los días realizaba un programa de noticias y retransmitía música en su barrio.

Un éxito radiofónico imposible para alguien de su edad

En 1973, Wayne convenció a algunos amigos de sus padres para que invirtieran en su estación de radio. El éxito fue espectacular. Tanto que, en solo unos meses, la rebautizada como WRAZ se unió a otras emisoras para alcanzar difusión en toda la ciudad. No tardó en convertirse en una celebridad en toda Atlanta.

Sin embargo, aunque en términos comunicativos era un prodigio, no mostró tanta habilidad con las cuentas. Su mala gestión económica hizo que la emisora quebrase. Esto le llevó a estudiar periodismo en la Universidad de Georgia.

De niño prodigio a asesino en serie

Uno de los trabajos que realizaba Wayne Williams era buscar jóvenes talentos para formar grupos musicales. Así consiguió, por ejemplo, dar forma a la banda Gemini. En aquella época, la población negra, sumida en una cada vez más acuciante brecha económica y social respecto a la blanca, estaba en busca de un nuevo Michael Jackson.

Este contexto histórico, al cual hay que sumar la aplaudida ola de racismo incentivada por el Ku Klux Klan y la brutalidad policial contra la comunidad negra, es muy relevante en la historia de Wayne. Los asesinatos de niños que llevó a cabo crearon un clima de tensión racial sin precedentes.

ATKID, el asesino de niños de Atlanta

La búsqueda de jóvenes talentos musicales llevó a Wayne a mantener relación con muchos niños. Uno de ellos fue Edward Hope Smith. Tenía apenas 14 años de edad cuando desapareció en julio de 1979. Apareció una semana más tarde en una zona boscosa con un disparo en la espalda.

Solo cuatro días después, a escasos metros de distancia, apareció el cuerpo sin vida de Alfred James Evans. Había sido estrangulado con solo 13 años. Evidentemente, la Policía no tardó en unir cabos y le puso el sobrenombre de ATKID (Atlanta Child Murders o, en español, asesino de los niños de Atlanta).

Una brutal ola de infanticidios

No tardaron en aparecer nuevas víctimas. El siguiente fue Milton Harvey, de 14 años. Un mendigo lo encontró en las proximidades de un basurero.

Lo mismo sucedió con Yusef Ali Bell, pero, en este caso, lo estrangularon cerca de una escuela abandonada. Apenas contaba con 9 años de edad. La única pista que manejaban los agentes era el testimonio de un vecino. Les contó que vio al pequeño subirse a un coche de color azul.

Aaron Jackson, Terry Lorenzo y Patrick Rogers fueron otras víctimas del asesino de niños de Atlanta. Un hombre que, entre marzo y noviembre de 1980, incrementó su actividad hasta límites insospechados. Durante esos siete meses, cometió, como mínimo, doce asesinatos más.

Las consecuencias sociales

La ola de infanticidios ya era conocida a nivel nacional. Los padres no querían que sus hijos saliesen solos. Además, el Ayuntamiento de Atlanta impuso un toque de queda. Incluso el FBI quiso actuar ante la inoperancia de la Policía local.

El FBI entró en acción creando un perfil del asesino. También incentivó que en los barrios negros se creasen patrullas ciudadanas. Ante esto, Wayne modificó su modus operandi. Cambió su perfil preferido de víctimas y empezó a abandonar sus cadáveres en el río Chattahoochee.

Arresto y vida en presión

Sin embargo, Wayne Williams no engañó a los agentes. Cuando el número de víctimas llegó a 24, el FBI montó un operativo de vigilancia en todos los puentes de la ciudad con la esperanza de que volviese a a a actuar. Así fue.

Alertados por el sonido de un fuerte chapoteo en el agua, los agentes vieron cómo un Chevrolet blanco abandonaba las inmediaciones del río. Al volante estaba Wayne Williams, que solo tenía 23 años entonces.

Wayne proporcionó una coartada que parecía lógica, así que le dejaron marchar. Ello, a pesar de que ese chapoteo había sido provocado por la entrada en el agua del cadáver de Jimmi Ray Payne.

Sin embargo, descubrieron que había mentido. Así que, cuando dos días después apareció en el río el cuerpo sin vida de Nathaniel Cater, le detuvieron directamente. Al registrar su vivienda y su coche, encontraron fibras textiles y pelos de perro que le vinculaban directamente a los crímenes.

Condena a cadena perpetua

Sorprendentemente, Wayne Williams solamente pudo ser acusado de las muertes de Jimmi Ray y Nathaniel. No había pruebas suficientes como para llevarle a juicio por los otros 27 asesinatos.

El juicio estuvo cargado de polémica. Wayne afirmaba no cumplir con el perfil realizado por el FBI y acusó al Ku Klux Klan de ser el responsable de los asesinatos. Su defensa se centró en que, dada su altura y su complexión física, era imposible que hubiese matado con sus manos a dos personas que le superaban en corpulencia.

Las dudas llegaron al tribunal e, incluso, a las familias de las víctimas. Muchas de ellas se postularon públicamente a favor de la inocencia de Wayne. Sin embargo, finalmente fue condenado a dos cadenas perpetuas consecutivas.

Wayne, sin éxito, ha solicitado que se repita su juicio hasta en tres ocasiones distintas. Las autoridades judiciales siempre lo han denegado. Sin embargo, desde 2019, los 27 asesinatos por los que no fue condenado están abiertos. Se espera que las nuevas tecnologías de ADN ayuden a revelar la auténtica verdad.

Actualmente, Wayne Williams tiene más de 60 años y pasa los días viendo deportes en televisión y leyendo novelas de espías. Así lo aseguran los funcionarios de prisiones que han tenido trato con él. Unos profesionales que también afirman que “es un buen recluso”.