¿Dónde está el campo de batalla mejor conservado de la IIGM?

Si visitas la isla de Kiska en Alaska, puedes contemplar el campo de batalla mejor conservado de los últimos 70 años. Entre sus semioxidados y desenterrados vestigios hay cañones antiaéreos e, incluso, dos submarinos japoneses Kō-hyōteki Tipo A. Son recuerdos de la ofensiva que allí se libró durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Japón ocupó Kiska durante su campaña de expansión por las Islas Aleutianas. La invasión duró desde el 6 de junio de 1942 hasta el 28 de julio de 1943, lo que provocó innumerables encuentros en el Océano Pacífico.

El arqueólogo Dirk Spennemann sostiene que Kiska es “el campo de batalla intacto más importante de la Segunda Guerra Mundial”. Su secreto es que el frío ha conservado muy bien la madera, la tela y otros artefactos en las últimas siete décadas. “Puedes pararte en la colina y observar los muelles, las pistas de aterrizaje, los postes de teléfono japoneses, las trincheras y barrancos que los aliados utilizaban. Es enorme. Y, 70 años después, todo sigue ahí. En mi opinión, se trata de un sitio histórico de relevancia mundial”, afirmaba Spennemann en el diario Alaska Dispatch News.

Antes de ser conquistada por el Ejército nipón, en Kiska se ubicaba una estación meteorológica de Estados Unidos. Los japoneses mataron a dos de sus trabajadores y capturaron otros ocho, que fueron enviados a Japón como prisioneros de guerra.

En respuesta a la ocupación, las fuerzas estadounidenses y canadienses emprendieron una campaña aérea contra la isla, que fue bombardeada durante todo un año. Cuando destruyeron el regimiento nipón, la Armada Imperial japonesa evacuó la isla y la contienda en las Islas Aleutianas llegó a su fin.

Hoy en día, hay una muestra de lo que allí sucedió en el Museo de Anchorage (Alaska), titulada Kiska y Adak: Guerra de las Aleutianas.  En la exposición se puede apreciar una gran variedad de artilugios bélicos, armas y fotografías digitalizadas. Es la mejor opción para hacerse una idea de los acontecimientos, ya que en el escenario de los hechos todavía quedan municiones, bombas y proyectiles sin explotar.

En España, el pueblo abandonado de Belchite (Zaragoza) es la mejor muestra de la desolación que dejó la Guerra Civil.