¿Qué vio Cervantes en los molinos para convertirlos en gigantes?

«Ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla. ¿Qué gigantes?, dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas». Este es uno de los extractos más famosos de El Quijote, junto con “En un lugar de La Mancha…” o «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones…”, entre otros mucho más. La célebre historia de los molinos convertidos en gigantes procede de la elección de esos aparatos, por parte del gran Miguel de Cervantes, debido a que fueron las máquinas más modernas e impactantes de la época, con gigantescas dimensiones: doce metros de altura y aspas de ocho metros y medio.

Este artificio de moler -compuesto de una muela, una solera y los mecanismos necesarios para transmitir y regularizar el movimiento producido por la fuerza motriz del viento- vivió su momento de esplendor durante los siglos XVII y XVIII, fecha en la cual La Mancha llegó a albergar alrededor de medio millar de ellos. Ahora, en pleno siglo XXI, solo queda un único maestro artesano de carpintería molinera en toda Castilla –La Mancha y es vecino de la localidad ciudadrealeña de Campo de Criptana.

“Aún hoy, al ver en movimiento a los molinos de viento, impresionan”, reconocía hace unos días Vicente Casero, único maestro molinero de la región, a EFE en una entrevista con motivo del IV Centenario del fallecimiento del autor de El Quijote. Casero reconoce que todavía existe controversia a la hora de designar cuál es el origen de este utensilio colosal: “Hay quienes afirman que procede la cultura árabe, otros, por el contrario, creen que vinieron con Carlos V de Alemania”. Lo cierto, es que, durante ese periodo de la historia de España, eran la novedad aunque ya existiesen previamente máquinas que funcionaban con el viento.

La edificación de estos edificios era bastante costosa y tuvieron que ser financiados por congregaciones religiosas, por cabildos o por familias nobles de terratenientes que después se lo arrendaban a los molineros para que lo explotasen, a cambio de unos aranceles.

A finales del siglo XIX, con la llegada de la Revolución Industrial a España, aparecieron las primeras fábricas de harina y desterraron a los molinos como vestigios testimoniales de una época pasada. Los pocos que permanecieron activos se centraron en moler piensos de animales y sus molineros también eran los propietarios del negocio.

En la actualidad, solo nueve molinos -del medio millar que pobló La Mancha hace 400 años- conservan su maquinaria de fabricación: tres en Campo de Criptana (Ciudad Real), uno en Mota del Cuervo (Cuenca), dos en Consuegra, uno en Madridejos, uno en El Romeral y otro en Camuñas, todas las localidades pertenecientes a la provincia de Toledo. Igualmente, todos se ponen en funcionamiento para realizar moliendas al menos una vez al año, pues, como asiente Vicente Casero, “cuando quedan un año o dos sin actividad, luego necesitan tareas de rehabilitación y de puesta a punto”.