O los odias o los amas: Los clichés indispensables del género de terror

Los clichés del cine de terror son una parte indispensable del género y ya forman parte del imaginario colectivo de la cultura popular. Hay algunas películas que buscan alejarse lo máximo posible de estos lugares comunes, mientras que otras los explotan hasta las últimas consecuencias.

Desde DARK hacemos un repaso a los clichés más típicos de este género tan apasionante. ¿Cómo es posible que las mismas fórmulas sigan funcionando una y otra vez? Bueno, ahí está la clave, hay trucos que, por mucho tiempo que pase, nunca envejecen.

Clichés más recurrentes en el cine de terror

Mansiones encantadas, protagonistas torpes, criaturas del más allá que solo moran en áticos o sótanos siniestros… Existen muchas situaciones y premisas que se repiten en el cine de terror. A continuación, repasamos las más frecuentes.

Los sustos en el espejo

¡Todo un clásico! Esta escena la hemos visto en títulos como Viernes 13 (1980), Insidious (2010) o La momia (1999), por citar unos pocos ejemplos. El personaje se encuentra frente al espejo realizando actividades tan cotidianas como lavarse la cara, peinarse o maquillarse. De repente, algo se cae al suelo, van a coger un objeto de un cajón o abren el armario del espejo y, cuando vuelven a mirar su reflejo, hay una aparición espectral justo detrás de ellos. Es en ese momento cuando el corazón se nos sale por la boca.

De hecho, ya lo tenemos tan interiorizado que esperamos el susto siempre que hay un espejo de por medio. Esto ha provocado que, para sorprender al espectador, los directores usen este recurso a la inversa. Después de estar en tensión toda la escena esperando a que salga el espíritu o ser maligno, no pasa nada.

Los protagonistas torpes

Nada causa más desesperación que unos protagonistas torpes. Sabemos que hay muchos nervios de por medio cuando hay que huir de un asesino en serie, un animal diabólico o una aparición espectral. Pero ¿por qué tienen que hacerlo todo mal? Se tropiezan con cualquier cosa, se les caen las llaves del coche o tardan un siglo en abrir una puerta. ¿Lo peor? Que los asesinos son tan lentos que incluso les da tiempo a escapar.

No funciona nada

Ascensores que se paran, coches que no arrancan… Además de luchar contra las fuerzas sobrenaturales, la tecnología parece que nunca está del lado de los protagonistas. Los teléfonos fijos no tienen línea y, en el caso de los móviles, carecen de batería o de cobertura. Es lo que ocurre en películas como Blair Witch (2016) o The Crazies (2010).

Tomar decisiones incorrectas

Es muy fácil hablar desde nuestra postura de espectador. Sin embargo, hay decisiones que carecen de lógica alguna. El ejemplo más claro lo encontramos en las películas del subgénero slasher, cuando un grupo de personas propone separarse. Además, lo dicen siempre con esa típica frase repelente «será mejor que nos separemos». ¿Mejor para quién? ¿Es que acaso no son conscientes del peligro que corren?

Otra táctica penosa de supervivencia es preguntar «¿hay alguien ahí?». Nadie en su sano juicio empezaría a gritar esa frase si creyera realmente que hay algo siniestro en su casa.

Ignorar las advertencias

Este cliché también podría formar parte del apartado anterior. De hecho, es muy común que en las películas haya algún personaje que advierta del peligro, normalmente un anciano o el encargado de la gasolinera. Es tan fácil como hacer caso a estas personas que nos avisan de que hay algo turbio en el lugar.

Sin embargo, los protagonistas deciden hacer caso omiso a estas señales. Una decisión poco acertada, pero sin la cual películas como Leyenda urbana (1998) o Las colinas tienen ojos (2006) serían muy cortas y aburridas.

En otras ocasiones son las mascotas las que, con su sensibilidad especial, intuyen que algo va mal e intentan avisar a sus dueños. Eso sí, a pesar de sus esfuerzos, nunca logran alertar a la familia.

Incredulidad

Cuando ocurre algo siniestro y el protagonista se decide a pedir ayuda, resulta que los demás no le creen e incluso dudan de su salud mental. Además, los policías normalmente son incompetentes y no hacen su trabajo. Simplemente se dedican a restarle importancia al asunto.

Esto, a menudo, suele venir acompañado de fenómenos inexplicables que solo el protagonista tiene la capacidad de percibir y, cuando intenta enseñárselo a otra persona, todo es completamente normal. El resultado son caras de circunstancias, miradas de reojo y la típica frase: «¡Estaba aquí, lo juro!».

La mansión enorme

Una familia estadounidense completamente normal y feliz donde no falta el perro ni el adolescente apático se muda a una enorme mansión. La casa es antigua, pero preciosa. Eso sí, seguro que está encantada, los antiguos propietarios fueron terriblemente asesinados en su interior, se encuentra en una zona inhóspita o está construida sobre las ruinas de un antiguo cementerio. Además, cuenta con ático, sótano y pasillos larguísimos donde suele fallar la luz. Algunos de los títulos que podemos destacar son La semilla del diablo (1968) o Los otros (2001).

La ducha, el peor lugar

Si hay una estancia maldita, sin duda es el cuarto de aseo. Ya hemos visto al inicio que los espejos pueden dar muy mal rollo, pero más allá de eso, la ducha es otro elemento que causa desconfianza.

Los hábitos de higiene diarios deberían ser momentos de paz y desconexión, sin embargo, en el cine de terror son un reclamo para que el asesino ataque. La mano de Freddy Krueger que salía del agua de la bañera en Pesadilla en Elm Street (1984) o el asesinato en la ducha de Psicosis (1960) son escenas que se han instalado ya en el imaginario colectivo y que tienen como punto de unión el baño.

Cuando conocemos los clichés y tópicos más utilizados en el cine de terror, es imposible no tenerlos en cuenta cada vez que vemos nuestras películas de miedo favoritas. Sin embargo, es posible seguir disfrutando de ellas y apreciar cómo se las ingenian para sorprendernos una vez más con lo mismo de siempre.