Todos los hombres son iguales

Tras el estallido revolucionario de julio de 1789 que supuso el fin de la monarquía absoluta y del llamado Antiguo Régimen, la Asamblea Constituyente de Francia quedó encargada de dotar de un marco legal a la nueva situación política. En ese contexto, el 26 de agosto de ese mismo año, la Asamblea aprobó uno de los textos jurídicos esenciales de la historia contemporánea, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Inspirada en la Declaración de Derechos de Virginia de 1776, la Declaración francesa proclamaba los principios de libertad e igualdad como inherentes a la naturaleza humana afirmando que todos los hombres nacen y son iguales en derechos. El texto de la Declaración pasó a encabezar la Constitución aprobada por la Asamblea en 1791 ejerciendo una enorme influencia en la articulación de las sociedades contemporáneas.